El mundo financiero ha sufrido una transformación, forzada podríamos decir, de un gran calado, cambiando significativamente el entorno competitivo. Y no es solo una cuestión tecnológica, sino también estratégica y financiera. No en vano, en estos últimos días hemos podido ver la gran campaña que ha hecho Bankia para eliminar las comisiones a sus clientes particulares y el nacimiento de un “nuevo banco”, Imagina Bank, enfocado en los millennial que buscan, principalmente, menos comisiones.

El negocio bancario es relativamente sencillo: cobra por el dinero que presta y paga por el que recibe y su rentabilidad está en el diferencial. Actualmente paga muy poco por el dinero recibido pero tampoco cobra mucho por lo que presta, con lo que parece lógico que sus ingresos se resientan. Si además se eliminan las comisiones de toda la operativa financiera tradicional, fuente muy importante de rentabilidad, cabe pensar que buscarán otras alternativas.

Por otro lado, el sábado, Pedro Calvo escribía en El Confidencial: “Los bancos españoles afrontan el año decididos a luchar por cada euro que puedan captar en productos que generen comisiones con las que sostener sus ingresos. Dadas las dificultades que atraviesa su negocio tradicional, porque los tipos de interés en mínimos históricos restringen sus márgenes y porque el crédito aún fluye de forma conservadora, las entidades necesitan volcarse en la búsqueda de alternativas. Fuentes del sector reconocen que el punto de mira se centrará en los fondos de inversión, fundamentalmente, y que la competencia será enorme tanto entre las propias entidades como con las gestoras extranjeras, con lo que se verán obligadas a subir las revoluciones de su maquinaria comercial.” Y claro, cabe preocuparse.

El sector de la gestión de activos vive su propia transición. Por un lado, la globalización de la industria ha ampliado el campo de batalla para las gestoras a nivel mundial, compitiendo casi en las mismas condiciones con gestores de todo el mundo. Por otro, el crecimiento de los productos indexados o pasivos, todos con muy bajas comisiones, está cambiando el discurso de los asesores financieros y la actitud de los inversores hacia los costes de fondos, planes o sicavs, entre otros. Por último, pero no menos importante, durante el año pasado el Banco de España limitó las comisiones de los planes de pensiones al 1,50%. Todo ello sin entrar a valorar los cambios con base tecnológica que se pueden anticipar para el futuro, desde los roboadvisors hasta entidades totalmente digitales (previsiblemente con comisiones más bajas).

Con este panorama, podemos anticipar una guerra comercial por el patrimonio financiero. Un hecho que siempre ha traído malos resultados tanto para el sector, evidentemente, como para los inversores. En el primer caso se complica el crecimiento de entidades independientes de gestión activa, generalmente con comisiones más elevadas que los tradicionales fondos bancarios y mucho más altas que las de los ETF o fondos pasivos. En el segundo, tal y como cuenta Vicente Varó también en El Confidencial, los inversores –sobre todo los de perfil moderado y conservador– encuentran ofertas de todo tipo para entrar en grandes vehículos bancarios cuyas rentabilidades dejan mucho que desear a la vista de los datos. Es difícil ofrecer a los partícipes rentabilidades moderadas en activos y además ganar dinero con ello.

Las dudas están en el futuro, como siempre, y no son pocas. ¿Proliferarán vehículos con perfiles de riesgo más elevado entre la banca? ¿Triunfarán los nuevos modelos de asesoramiento (roboadvisor, EAFI, etc)? ¿Entrará en el juego el sector independiente de la gestión de activos? Y de ser así, ¿lo hará por la vía de las comisiones? La banca, como indica Calvo en su artículo, tiene un gran poder comercial. ¿Sabrá el sector independiente crecer y competir en ese campo?

Iñigo Petit Zarzalejos

CEO iDen Global

@ipetitz